Fue una de esas noticias que sacudieron al mundo. Millones de personas alrededor del planeta se unieron en el llanto al enterarse de lo ocurrido y no era para menos. John Lennon, fundador de una de las bandas más emblemáticas de todos los tiempos era asesinado a quemarropa en la puerta de su edificio y nada menos que por un fanático. Era la noche de aquel 8 de diciembre de 1980. Lennon y su esposa Yoko Ono regresaban a su departamento en el Edificio Dakota de Nueva York, cuando un joven de 25 años salió de entre las sombras y disparó cinco veces. Cuatro de esos cinco disparos que efectuó Mark David Chapman impactaron en la espalda del músico, quien falleció apenas veinte minutos más tarde en un hospital. Hoy, treinta años después, John Lennon ostenta la categoría de mito en el imaginario colectivo y su asesino, condenado a cadena perpetua, sigue en prisión solicitando la revisión de su libertad condicional.
Algunas de las declaraciones incendiarias del ex beatle fueron las que habían sembrado en la mente enferma de Chapman la semilla del odio. Fan de Los Beatles desde que tenía 14 años, no logró entender que Lennon renegara del grupo y especialmente de su relación con Paul McCartney.
Como ferviente cristiano evangélico, Chapman tampoco permaneció ajeno al torbellino de críticas que había desatado Lennon en 1966, cuando consideró que Los Beatles eran "más famosos que Jesucristo", frase que generó una ola de críticas entre los sectores más conservadores de los Estados Unidos. Tras muchos años idolatrándolo, de pronto el gran héroe de Mark David Chapman se convirtió en villano y en su cabeza empezó a rondar la idea de asesinarlo. Ya en octubre de 1980 había intentado matarlo, aunque desistió y regresó a su hogar. No obstante, el 6 de diciembre volvió a volar hasta Nueva York. La mañana del 8 de diciembre, antes de salir del hotel, Chapman dejó una copia de El Guardián entre el Centeno y en sus páginas de cortesía escribió: "Esta es mi declaración".
Pasó todo el día frente a las puertas del Edificio Dakota, al lado de Central Park. En esas horas estuvo hablando con los fans del músico que a diario acudían allí e incluso se cruzó con su futura víctima, al que le pidió que le firmara una copia de su último álbum, Double Fantasy. En aquel momento, se replanteó su objetivo inicial, pero finalmente decidió esperar al músico hasta su regreso para asesinarlo.
En el juicio posterior al que se sometió el propio Chapman se negó a que su abogado alegara una enfermedad mental y fue condenado a cadena perpetua con posibilidad de revisión a los 20 años. Hoy, treinta años después, Mark David Chapman continúa detenido.